No les escribo porque no tengo con qué. El
cansancio se me come las historias. Fui al neurólogo y me dijo que
todo lo que me pasa es normal; que me duela la cabeza, que siga con
crisis, que hable raro, que se me vaya la boca para allá, que vea lucitas, que tarde
días en hacer algo que antes despachaba en minutos, que no pueda con
mi alma (caso de tenerla).
El hombre, minucioso y encantador y
lleno de preguntas, me cambió las drogas de las convulsiones. En las
pastillas de antes los efectos secundarios-estrella eran “náuseas,
mareos, agresividad, hostilidad, muerte”. En las de ahora,
“náuseas, mareos, pensamientos suicidas”. Lo que no me queda
claro es cómo será el mes en el que me toca simultanear los
dos medicamentos. Si hay derramamiento de sangre prometo darles todos los detalles.
Esta semana me tocan más médicos y
más papeleos. Yuju. Me han advertido los de la mutua, que se encargan de la baja, que van a controlar mi enfermedad, no a cuestionarla.
Promete, sí.