lunes, 27 de enero de 2014

46. Aprendiendo a vivir

Pinito y yo estamos de paseo. Nos encontramos con un ex compañero de trabajo (mío) que se para delante de la panadería y nos saluda.
Él: Hola, ¿qué tal?
Yo: Bien, bien, ¿y tú?
Él: Pues fatal, porque resulta que tengo la boca seca y una carraspera permanente, no sé si te lo habré contado...
Yo: Sí.
Él: La boca seca a todas horas y la garganta irritada, como rasposa, una sensación muy desagradable, y he ido a un montón de médicos de varias especialidades distintas, y me han hecho muchísimas pruebas, en el hospital, en la residencia, por el seguro privado, incluso a un naturópata fui, y todos me han dicho que...
Yo [interrumpiendo educadamente]: Sí, que no te preocupes.
Él: Que aunque la sintomatología esté ahí, que por supuesto no me lo discuten, no se ve ninguna anomalía, ni en el escáner ni en la resonancia ni en la endoscopia ni en la exploración ni en los análisis ni en ningún lado, y es tremendo, no solo por el problema físico, sino por la incertidumbre, qué será, qué no será, tendrá cura, cuándo dará la cara...
Yo [resignada]: Claro.
Él: Tengo que ir a todos lados cargando con una botella de agua, imagínate.
Yo [interesada]: ¿Una garrafa de diez litros?
Él: No, una botella de las pequeñas.
Yo: Vaya.
Él: Y he perdido peso, con lo fuerte que estaba yo antes. Y anímicamente me he venido abajo, porque es muy duro.
Yo: Claro.
Él: Se sufre un montón, las relaciones familiares se resienten, es difícil explicarlo...
Yo: Pobre, sí.
Él [valiente]: Y aquí estoy, aprendiendo a vivir con lo que me ha tocado.
En este punto, no sé por qué, siento que se me salta la palanca.
Él: ¿Y tú cómo andas?
Yo: Bien. Bueno, tuve un ataque epiléptico, me encontraron un tumor en el cerebro, me operaron, resultó que el tumor era maligno, me volvieron a operar, y ahora, aun con medicación, sigo teniendo convulsiones de vez en cuando, a veces no puedo hablar y la boca se me tuerce para este lado. Me ha dicho el médico que con suerte estaré al 70% de mis capacidades en seis meses más. Pero vamos, en general, bien.
Él empalidece.
Yo [entre psicópata e informativa]: Ahora ya vuelvo a tener pelo y no se me ven las marcas, pero cuarenta grapas me pusieron en la cabeza. Bueno, ochenta, si sumamos las dos operaciones.
Él [descompuesto]: Y así, ¿de repente?
Yo [definitivamente psicópata]: Sí, sí, nunca sabe una lo que puede pasar, aquí estamos de prestado, el cuerpo es una máquina delicadísima, ya sabes.

Se me ha ocurrido ofrecerme para provocar ataques de ansiedad a hipocondríacos molestos. Seguro que conocen alguno. Precio a convenir.